Mis saludos amigos |
Retornar a los años de la infancia, de la juventud, a las épocas de los amigos, las fiestas, el club del barrio es una bendición de Dios. Se nos abre el cofre donde los recuerdos son de oro y cual filigranas artísticamente bien confeccionadas, les quitamos el polvo y volvemos a vivir. Es San Diego, la calle donde crecimos y en cuyas pistas quedaron marcadas para siempre nuestras huellas. En cada casa de la 5ta., 6ta. y 7ma. cuadra, hay un poco de nosotros y que renace cuando evocamos a Maruja y Carlos, dos inolvidables amigos.
Una anécdota que se filtra de inmediato es aquella que nos hizo extrañar a Carlos Gamarra Rojas. El hombre debía cumplir misiones en el Cusco y dejaba el barrio con melancolía. Quedaban Maruja y sus hijos, tiernos y nobles como sus padres. Se sentía un tremendo vacío. El imberbe que recuerda este pasaje vivido, tenía otro amigo que lo doblaba en edad: "el Tata". Don Mauricio Carreño, como los perfumes finos, de pequeño envase pero con un contenido de virtudes, de las más diversas y todas ejemplares. Un maestro de la vida. Mi personaje imborrable.
Quedó viudo muy temprano y el fue padre y madre para Maruja, Yolanda y Mauricio. Excelente maestro de obras, casi un artista en un mundo de encofrados y edificaciones. ¡Cuántas citas tuvimos! Nuestra confidente se llamaba "Chela". Muy coqueta se posaba en nuestros vasos y nos movía el espíritu. Me parece ver al "tata" sonriente, plácido y conversador tratándome como a un hijo, como queriendo conquistar a un yerno. Es que nos teníamos mucha ley y respeto. Jamás dejé de llamarlo hasta que se fue a conversar con Dios.
Ya dominábamos nuestro acordeón y en aquella casita de la cuadra 7 de San Diego, estábamos presentes con el "tata" para llevarle música a Maruja. ¡Qué hogar más acogedor! Y recuerdo a Manuel Carreño, creo que el sobrino, muy buena gente como el tío. Cada fin de semana, luego de cumplir nuestros primeros pasos en la radio, retornábamos a nuestro San Diego. Siempre había un "Lejano Amor" en las voces de "!Los Embajadores Criollos", de Marujita para el ausente Carlitos, el de los gruesos bigotes. Los clásicos saludos que servían para reavivar nuestra gran amistad.
El tiempo pasó raudo y en esas vivencias de barrio llegó la noticia. El retorno de Carlos. Viaje largo desde la ciudad de los Incas y sus caminos sólo violados por los "chasquis". ¡Estaba Carlos en Surquillo! El "tata", Lucho Gamarra, Yolanda y alguien más nos sugirió ¡Serenata! El grupo se cuadró a las 12. Medianoche. ¡Qué impertinencia! Le dimos el saludo y un par de canciones y no interrumpimos más aquel idilio de dos seres que jamás dejaron de acordarse que habían nacido el uno para el otro. Nos fuimos con la musica a otra parte. ¡Gratos recuerdos!.
Nada podrá borrar mi amistad con esta familia. Las celebraciones de cada cumpleaños. Los carnavales. Se quedaron en nuestro corazón y este cerebro todavía activo, los extrae con serpentinas y chisguetes. ¡Qué maravilla! Y el tiempo pasó. Hubo un reencuentro en la Iglesia de San Vicente. Recordábamos a Yolanda que había ido en busca del "Tata" y de su Lucho. No alcanzaron nuestros brazos para los Gamarra-Carreño. Siempre hay un teléfono y un tiempo suficiente, Dios mediante, para otro reencuentro. ¡Saludos! Gracias.