Anteriormente reseñaba al Club "Ciclista Alianza Miraflores" de mi Surquillo querido. Aquel que lucía los colores del Deportivo Municipal, con la franja roja cruzada sobre la camisa blanca y pantalones azules. Medias de color plomo, tirando a celeste y los "chimpunes Mayurí". Las canchas futboleras existieron en lo que hoy es la Urbanización Aurora. Le decíamos el campo de "La Estrella". Otros lugares fueron San Antonio de Miraflores y Barranco. Por supuesto, viajábamos al norte chico y ganábamos.
Cuando muchachitos de la categoría "calichines" nos enfrentábamos a otros barrios, el lugar de la cita era en "la redonda", una conjunción de esquinas en San Antonio y cuyas pistas formaban un gran círculo, optimo e ideal para las contiendas. En Ecuador, se llevaba a cabo el Sudamericano de Fútbol y a alguien se le ocurrió denominar a la "redonda" como "Guayaquil". Una tarde jugábamos los de San Diego, Inca y San Miguel, contra los chiquillos de Dante y Leoncio Prado. El choque era de candela.
San Antonio, recién se urbanizaba pero, los nuevos vecinos, y con justa razón, no nos permitían jugar. Paco Ramírez, Rául Goya, Roque Cárdenas, Carlos Loayza, Rufino Valenzuela, Enrique del Pino, Carlos Serván. Tomás "el cholo" y César Augusto, mi hermano, formábamos el cuadro. En pleno sol y sin importarnos nada, nos entregábamos a lo que hoy se denomina "fulbito". Yo era el arquero, tres años mayor que César y, además de que no me hicieran goles, tenía que cuidarlo. ¡Cosas de hermanos!.
Estábamos corriendo el 44 del anterior siglo. Y corríamos como unos condenados hasta que, ¡Oh sorpresa!. Por el Sur, aparecían velozmente tres policías. En el lado Oeste, otros más y por el Norte, "el patuto", ¡el carro patrullero!. El Este, era nuestra salvación. Requerimiento obligado: ¡trepar paredes!. Tarea fácil para los más grandes y yo, tenía que ¡salvar a César!. Acorralados como estábamos, no había forma de huir. Más de 20 muchachitos desesperados, en una confusión de pensamientos e ideas.
Aquel "foquito milagroso" se prendió. Miré a todos lados. Era cuestión de segundos. La policía nos cercaba y casi todos desaparecían por los techos. Guié a mi hermano a gran velocidad a una obra en construcción y le dije que "cargara" ladrillos. ¡Sólo podía con uno!... Yo, más grandecito, cargaba dos. La policía estaba cerca y me encomendé a "mi angel de la guarda". Un maestro albañil, me guiño el ojo y me pidió le llevara agua. Lo hice. Llegó un uniformado y los Serván, ¡se morían de miedo!.
Creo que recordé hasta cuando estaba en el vientre de mi madre. Volví a mi tarea de los ladrillos y, sentí una manos poderosas en mis espaldas. ¡Hay!, grité. ¡Me agarró la policía! Y, no era así. Se trataba del maestro albañil que, sonriente, festejaba con otros, nuestra nerviosa treta. Creo amigos, hoy después de tantos años pasadps, que ese policía "se hizo el loco". Siempre recordamos con César Augusto, esta anécdota de nuestra niñez. Hoy, "Guayaquil", es una zona residencial de San Antonio, en Miraflores.
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