El querido barrio de San Diego es para nosotros la raiz de nuestra vida. Pasado el terremoto del 40, el Tte. Comisario Serván y su Barbarita de siempre, dejaron la calle Carmen en busca de la seguridad futura para su familia. Llegamos a esa quinta cuadra y la relación de amistad creció rápida. Los Valenzuela colindaban con nosotros. La esquina a la derecha mostraba el negocio de los Goya. Al frente destacaban los Caballero y los Del Pino. Más allá, la familia Montalvo y los Montalván.
Con el tiempo llegarían los Nakaya Nomura y allí aprendí una canción infantil del Japón: "Po po po, jato popó, mamenojochi yaru yaru yarudó, mamenojochi yaru yaru yarudó". Cómo olvidar a Iwau, Jogi, Kodó, Taeko, Nowaki y Kazugo con los que crecimos juntos. Don Francisco Goya, otro emigrante del Japón se casó con Dña. Florentina Villavicencio y sus hijos Carlos, Juán, Raúl e Hilda, están en nuestra memoria por siempre. Esta es parte de esa añorada época en mi Surquillo.
Rufino Valenzuela Ramírez, algo mayor que nosotros, llegó a doctorarse como médico y en esa etapa de infancia, nos regaló lo que siempre llevo conmigo: su amistad. Con Raúl Goya, "el chino", mantuvimos la calidez del muchachito que crece jugando a la pelota y prestándonos el cuaderno para cumplir con las tareas de la escuela. Evoco a Roque Cárdenas, un niño cajamarquino que caló en el barrio y se supo hacer querer.
Supimos del trompo y las bolitas para "enñocar". No teníamos asfalto.
En nuestra cuadra era muy querido Don Leonidas Montalvo y su esposa María, padres de "Leoniditas", Carmen y Rosa. Su casa era compartida como carpintería y era el obligado a poner "los maderos" para los arcos de la cancha de futbol. Los cumpleaños de Leonidas Montalvo Pimentel, con "piñata" de por medio, eran un regalo para todos. Dulces y sorpresas y nuestra orquesta infantil con los peines y el papelito que los convertía en trompetas. Llegó a ser Juez y nos dejó hace pocos años.
La cuadra 6 con los Nuñez, los Matushita, los Chávez y los Abanto. Como dejar de nombrar a los Zúñiga y al flaco Fajardo, gran gorrero de tranvía y mi profesor en esta lid. Existía el "urbanito", una linea de omnibus que complementaba al Tranvía en su recorrido por Miraflores y Surquillo. De la calle Colina y en la que vivió Eduardo Márquez Talledo, se integraba a nosotros Carlitos Loayza, el inolvidable "pichicuy". ¡Qué peleas callejeras protagonizaba con Pasión Ramírez "Paco"! y sin ninguna razón.
Hoy evoco al Sr. Caballero, esforzado pintor y ejemplo de unión familiar. Su hermosa casita y muy bien pintada, lucía unos ventanales de vidrio que acababan por los suelos debido a los "peloteros". Cuando retorno a mi barrio de San Diego, sólo encuentro a "Gualo", Roberto Chávez y guardián vitalicio del Ciclista, nuestro cuadro de futbol. Ya dejó la peluquería, aquella de don Pedro Matushita y con él y nuestros sanos recuerdos, dejamos esta reseña de aquella niñez inolvidable. Gracias.
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