UNA PARTIDA INIMAGINABLE
Salustio Maldonado Robles fue padre de mi futuro cuando en 1953 formó en la Gran Unidad Ricardo Palma el Club de Periodistas y Locutores. Me inscribí en él con algo de curiosidad y mucho de ilusión. Ni a mí me falló la corazonada ni al maestro la intuición. Para certificar mi afiliación, me extendió un carnet que conservo como el primer hálito profesional. Luego, gestionó y obtuvo para mí una corresponsalía en elDiario La Prensa. Mi primera colaboración apareció con mi foto. Está también cuidada como si fuera el relicario de mi madre.
Ha fallecido en Arequipa, secuela del criminal asalto que sufrió en su propio hogar de la avenida Petit Thouars 4625, Miraflores. Hace un par de años le visitamos allí con Enrique Porras, presidente de la promoción 1955 a la que con orgullo pertenezco. Nos llamó porque deseaba aportar un óbolo para asistir a nuestro promocional Carlos Rueda.
Al recibirnos en su hogar, nos pidió disculpas por el desorden que allí existía. Y es que virtualmente estaba embalando todas sus pertenencias para enviarlas en obsequio a Llata, población de su ancestral Huánuco. Sabe Dios qué voces escuchó para adelantar una valiosa herencia, entre ella su famosa colección de vestidos autóctonos de todo el Perú, tal vez la más preciada y completa del país.
¡Con que fruición le llamábamos maestro! Lo fue en todos los instantes en que con él alternamos. A la hora juvenil del sacrificio, él escogió el más difícil y bello, el magisterio. Inspiraba respeto y admiración no solo por el dominio de las lecciones de geografía, lenguaje e historia peruanos que nos impartía, sino por el exquisito cuidado personal que lucía. Un bien perfilado bigotito y un atuendo limpio y adecuado en donde sobresalía la corbata michi. Jamás sin terno, prueba que la limpieza personal y el respeto a los demás no está reñido con la pobreza.
Cada quien debe tener de él la inolvidable prenda del recuerdo. Para nosotros están cercanas las excursiones didácticas que frecuentemente hacíamos a bordo del ómnibus del colegio. Las lecciones se derivaban en el camino. Por ejemplo cuando visitamos la Central Hidroeléctrica de Chosica: ¡Linares…! Relate usted como tarea escolar qué hechos históricos ocurrieron por estos lares en 1820 y en 1882… En otra ocasión, al visitar la Escuela Magisterial de la Cantuta, ordenó investigar los secretos de la flor heráldica del Perú. Y si algo de quechua aprendí, se lo debo a él…juc, iscay, quimsa, tahua, pishga, sojta, canchis…
El inolvidable viaje promocional de 1955 al Cusco, lo hicimos con él. El valor de lo memorable se lo dio el conocimiento de la historia incaica que poseía. Nos volcó su sapiencia respecto de esa materia patria. Pero tal vez el mayor obsequio que nos brindó fue el día en que, diciembre de 2005, celebramos el cincuentenario de egreso de aulas. La clase magistral que nos brindó la guardamos en el cofre de nuestros mejores recuerdos. Fue allí donde se despidió diciéndonos que aquella era la última lección que dictada en su vida. ¡Maestro, maestro…!
Ahora bien, a los 95 años de edad, Salustio Maldonado ya está a la diestra de Dios. Ha fallecido en la misma ciudad en que, en julio de 1950, fundó la Federación de Periodistas del Perú. Por entonces se desempeñaba como redactor del Diario El Deber. Aquí en Lima fue periodista de La Prensa.
En esta hora del dolor compartido, alcanzamos nuestra aflicción a sus familiares cuyo calor hogareño sirvió, allá en la Ciudad Blanca, como buen recaudo luego del desgraciado suceso que vivió en el asalto a su residencia miraflorina. Que Dios lo tenga en su Santa Paz.
Una lágrima sobre su tumba. Una oración en su memoria.
JUSTO LINARES, discípulo.
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