"Los Venaditos" |
Algún imán tendría por esos tiempos la quinta cuadra de la calle San Diego y en la que crecimos con gratísimos amigos de la infancia. Ya hemos hablado de los Goya Villavicencio: Carlos, Juán, Raúl e Hilda. También de mi inolvidable vecino Rufino Valenzuela Ramírez y su primo Pasión. De Carlos Loayza, famoso como "Pichicuy". También de Carlos Gamarra Rojas y Don Mauricio Carreño entre otros. Debo agregar al bueno de Don Leonidas Montalvo, su esposa Doña María Pimentel y "Leoniditas", Carmen y Rosa María, nuestros amigos. Por supuesto los Del Pino Sánchez y mis contemporáneos Enrique "Goyito" y Luis, su hermano menor.
Pero hoy vuelven a mi mente los hermanos Garagay. Alfredo y Carlos. Negros simpáticos del barrio y muy queridos. Alguien bautizó para siempre al mayor como "Venadito" y que, igualmente, recaló en el segundo. La verdad que fue un apodo muy bien puesto. Ambos eran espigados y nos daban la impresión de volar cuando corrían en busca de la pelota. Eramos de la misma edad con mi tocayo Carlos. "Venadito", el mayor, nos llevaba unos cinco años, pero me buscaba a fin de charlar, escuchar mi rondín, nuestras mentiras y reír con cada cuento que le metía. En esas noches de mi infancia, sin luz eléctrica, brillaban sus grandes y blancos ojos en la oscuridad.
Se nos denominaba a los que vivíamos en medio de las pistas y jugando a la pelota: "callejeros". Teníamos un promedio de edad entre los 12 y 15 años. Una "patota" increíble y que nos gustaba jugar al fútbol con la de trapo o la de jebe y que siempre disponía de una, Rufino Valenzuela. El ahora Parque "Tradiciones" era el "estadio" de los muchachos surquillanos. Todavía no estaba habitado en sus alrededores y se organizaban campeonatos infantiles y de mayores de 9 de la mañana a 6 de la tarde, en especial sábados y domingos. En la famosa "redonda", jugaron los hermanos Roberto, Julio y Ernesto Morales, los famosos "chicha".
Volvamos a los Garagay. Alfredo congenió mucho conmigo. Un hombre sano, de alma noble y casi niño. Le di compañía y buen humor. En verano, hacía volar su camisa al viento. Como buen negro, poseía unas alas que causaban envidia y él se mofaba de todos haciendo flotar sobre sus espaldas la camisa de turno. La carcajada era su distinción. No grotesca. Tenían una mamá, tan "venadito" como ellos. Muy de su casa y de poco hablar con los vecinos. Vivían en la calle Inca, casi cercana a San Diego. Íbamos a la playa y sólo Carlos ingresaba al agua. "Venadito", no. No sabía nadar y era objeto de las bromas de los muchachos.
Y lo que es la vida. Un día se nos ocurrió ir de aventura a Chaclacayo con el tren. Rufino, Raúl, "Goyito", Roque Cárdenas Llerena, "Pichicuy", Pasión, Tomás Carbajal, a quien conocíamos como "cholo" y otros más. Para retornar y ya daban las 5 de la tarde aproximadamente y a algún tonto del grupo se le ocurrió "robar" un saquillo de sal. Cruzábamos un puente colgante y muy peligroso y le encomendaron la misión de cargar el tonto latrocinio a "Venadito". No se negó y el gran grupo se internó en el puente. Había oscuridad y ya habíamos llegado al otro lado, cuando nos estremecimos al notar su ausencia. ¡Se había caído!
Acudimos a la policía. Iluminaron el lugar y sólo se podía apreciar el torrentoso río. ¡Qué largo se hizo ese retorno! No recuerdo quién de los papás le dio la infausta noticia a aquella madre preciosa de los Garagay. Aparecería al día siguiente, según supimos, por el río Rímac cerca al Callao. Le hicimos Guardia de Honor y casi todo el club "Ciclista Alianza Miraflores" estuvo presente. Fue una despedida inolvidable y llevado en hombros hasta el Cementerio de Surquillo, cruzando lo que hoy es la Urbanización Aurora, inexistente en esos tiempos. ¡Cómo olvidar a Alfredo y Carlos Garagay! Ya no están con nosotros y los extrañamos de verdad. Gracias.
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